Llevabas años optando por el camino seguro,
acogiéndote a una vida fácil aunque poco satisfactoria. Un día decides que
necesitas un cambio, que estás desencantada de todo, y llegas a la conclusión
de que la vida debe de ser algo más.
Estás dispuesta a arriesgar y a enfrentarte a tus miedos, porque sabes que el resultado te hará muy feliz. Y cuando has hecho lo más difícil, cuando estás empezando a sentir que esto marcha, descubres que tienes al enemigo en casa.
Estás dispuesta a arriesgar y a enfrentarte a tus miedos, porque sabes que el resultado te hará muy feliz. Y cuando has hecho lo más difícil, cuando estás empezando a sentir que esto marcha, descubres que tienes al enemigo en casa.
El enemigo principal está en casa
Hay muchas personas a las que les pasa esto. Muchos seres humanos deciden
hacer un cambio importante en sus vidas que les haga mejorar su autoestima,
sentirse más realizados, disfrutar más; en definitiva, ser más felices… y se
encuentran con que las personas más significativas en su vida, su
pareja, sus hijos o sus padres, se convierten en el mayor obstáculo.
¿Por qué ocurre esto? Porque ellos, consciente o inconscientemente, no
quieren que tú crezcas. Al evolucionar, empiezas a vivir y a pensar por ti
misma y, lo que más molesta, a comportarte de otra manera. Y eso es difícil de
aceptar por quienes han pasado mucho tiempo acomodamos en un rol que encajaba
muy bien con tu antiguo yo.
Cuando la
familia no cree en tu potencial
El hecho de que un hombre se arriesgue a cambiar de trabajo o a emprender
un negocio puede ser muy motivador para él, pero puede suponer el fin de la
estabilidad económica a la que estaba acostumbrada su pareja. Además, puede que
ahora pase más tiempo fuera de casa y esto haga aflorar las inseguridades de su
pareja o de sus hijos, inseguridades que hasta ahora no habían surgido. E
incluso puede que, en el fondo, su familia no crea en su potencial y piense que
va a fracasar.
En el caso concreto de las mujeres, muchas, sobre todo hasta hace unos
años, se casaban cuando todavía eran muy jóvenes, y pronto se veían rodeadas de
niños y con una casa entera por gestionar. Con el paso de los años empezaban a
sentirse insatisfechas y las más valientes decidían que querían volver a estudiar
para tener una formación. Esto, a menudo, ocasiona una gran revolución en los
que las rodean.
Por una parte, la mujer se culpabiliza porque piensa que está desatendiendo a sus hijos y a su casa; por otro lado, al marido le causa resentimiento ver como ella tiene una vida independiente de la suya y además acabará teniendo más estudios que él; por último, los hijos se encargan de hacerla sentir culpable cuando no está para cubrir sus necesidades. En ocasiones, hasta las amigas se atreven a malmeter.
Por una parte, la mujer se culpabiliza porque piensa que está desatendiendo a sus hijos y a su casa; por otro lado, al marido le causa resentimiento ver como ella tiene una vida independiente de la suya y además acabará teniendo más estudios que él; por último, los hijos se encargan de hacerla sentir culpable cuando no está para cubrir sus necesidades. En ocasiones, hasta las amigas se atreven a malmeter.
Hay que
mantenerse firme en las metas
Cuando una
toma una decisión importante que va a suponer un cambio en su vida, necesita de
los demás. Hay quien tiene la suerte de contar con una familia y amig@s que le
apoyan en todo lo que hace, pero esto no sucede siempre. Aunque al principio
sea duro tener que luchar contra los que tienes en casa, si con el tiempo te
mantienes firme en tu decisión ellos serán los primeros en sentirse
orgullosos y celebrar tus éxitos. Y, si no es así, habrás dejado en el
camino a quienes no quieren lo mejor para ti.
Fuente: Mamen Garrido Ramón